La Argentina pasó a ser una suerte de mendigo global y ya no hay país al que no se le haya tocado la puerta; el ministro-candidato Massa está cada vez más acorralado con vistas a las elecciones
La economía llega a las elecciones primarias, PASO, con el último aliento. Para evitar volver a echar mano a las reservas del Banco Central (BCRA), el Gobierno consiguió ahora que Qatar le preste 580 millones de Derechos Especiales de Giro (equivalentes a unos US$771 millones), la moneda del Fondo Monetario Internacional (FMI), para pagar el vencimiento que tiene mañana con el organismo multilateral de crédito. La Argentina pasó a ser una suerte de mendigo global. Ya no hay país al que no se le haya tocado la puerta.
Sólo el último fin de semana, el presidente Alberto Fernandez había tenido que llamar telefónicamente a 19 pares de la región para conseguir su aval en la Corporación Andina de Fomento (CAF). Recién el lunes, el mismo día del vencimiento con el FMI, logró que el directorio de la CAF votara a favor de un crédito excepcional por US$1000 millones. Apenas uno de los directores latinoamericanos votó en contra. Del mismo modo, el Gobierno debió aceitar sus vínculos con China para lograr la renovación del segundo tramo del swap (préstamo) por US$5000 millones, que le permitió completar al pago al Fondo. El aval de China llegó a último momento, en la madrugada del domingo. No fue fácil la negociación: China venía de cambiar la semana anterior a su canciller, al presidente del banco central, y de anunciar el recambio de su embajador en el país.
Todo sea con tal de llegar a las elecciones sin hacer lo que el FMI y la economía vienen descontando hace tiempo: una devaluación. Esta vez, habría sido el propio Fondo el que intercedió ante el gobierno qatarí para que la operación pudiera llevarse a cabo. A todos los accionistas del FMI se les asigna una porción de DEG en función de su participación dentro del capital accionario del organismo, y hay varios países que no los han usado. En el pasado, ya la Argentina había intentado, sin éxito, que España, Portugal y hasta Brasil le facilitaran una porción de sus DEG. Ahora sería Qatar el responsable de financiar al país bajo la condición de que el préstamo sea devuelto no bien los accionistas del FMI aprueben el desembolso comprometido en el segundo semestre del año. Cerca de Massa dejaron trascender por diversos medios hace días que iba a haber una operación con DEG, pero en todo momento evitaron hablar de Qatar y especificar que se trataba de un nuevo préstamo bilateral.
“El FMI estaba muy interesado en que se hiciera esta operación con DEG”, reconoció un funcionario al tanto de las tratativas. En toda la negociación con el Fondo, la geopolítica juega. Para el organismo, en rigor, para los Estados Unidos, la creciente dependencia de China por parte de la Argentina siempre generó ruido. No pasó inadvertido en Washington que para el vencimiento del lunes último la Argentina haya tenido que valerse del único organismo multilateral del cual Estados Unidos no forma parte, la Corporación Andina de Fomento (CAF), y de nuevos fondos aportados por China, su principal contendiente en el mundo. Lo que queda en evidencia también esta semana es que el asombroso poder de lobby del ministro Massa en Washington también parece haber encontrado un límite.
En el equipo económico, y en el Gobierno en general, reconocen que Massa fue desde un comienzo el mayor defensor de la idea de que la Argentina debía evitar a toda costa entrar en mora con el FMI. Ahora, admiten, esa posición que llevó al país a endeudarse en la última semana con China, con la CAF y con Qatar podría recortar el margen de acción de Massa post PASO. “No tener un acuerdo con el Fondo después de haberle pagado no es una alternativa”, afirmó una fuente del equipo económico. “Tendrías que haberte puesto duro antes, el margen de negociación después de haber pagado es limitado. Es cierto que el Fondo no quiere quilombo en la Argentina; se asustaron con el riesgo de que haya un atraso en los pagos. Pero no llegás si no acordás”, se sinceró.
Varias fuentes afirman que el pedido del Fondo de avanzar con una devaluación del tipo de cambio oficial –de como mínimo el 30%– está más vigente ahora que nunca, pese a que en el comunicado de prensa que se difundió la semana pasada junto con el anuncio del acuerdo técnico con el organismo de crédito apenas se dice que “el fortalecimiento y la armonización del régimen cambiario siguen siendo fundamentales para mejorar de manera duradera la cobertura de reservas y la estabilidad externa (…)”.
Esta vez, en la negociación, el organismo de crédito se guardó el comodín: el board sólo validará el documento firmado por la línea técnica del FMI si Massa cumple con lo que los negociadores prometieron. “Massa tiene que dar señales concretas entre ahora y la reunión del board. Las promesas ya no son suficientes”, dijo una fuente diplomática, que responde a uno de los principales accionistas del Fondo. Sin la aprobación del directorio, el Gobierno no recibiría el desembolso de los US$7500 millones que le permitirían a la Argentina no sólo devolver los préstamos que tomó para pagar los vencimientos con el Fondo de esta semana, sino también para cubrir los que están previstos hasta noviembre.
“Va a ser muy difícil sortear la devaluación”, admitió, por su parte, un funcionario al tanto del detalle de las negociaciones. “Es básicamente lo que se está hablando con el Fondo en estos días”. De todas formas, nadie en el Gobierno termina de aceptarlo. Si hay una sola cosa en la que desde siempre se ubicaron en la misma vereda las cabezas de la triada de Unión por la Patria es la resistencia a una devaluación. En el mundo ideal de Massa existe todavía el deseo de convencer al FMI de continuar con un ajuste fiscal –pese a que internamente se sabe que no se va a cumplir con la meta del 1,9% del PBI fijada en el acuerdo–, y sumar adecuaciones parciales del tipo de cambio, al menos hasta octubre. “Hay que ver cuántos dólares aporta el agro ahora, y después se verá si hay un dólar soja nuevo”, dicen. Pero todo está atado a que el directorio del FMI avale que el Gobierno continúe con la misma política cambiaria.
Parece difícil. No hace falta entrar a la bóveda del BCRA con las cámaras de televisión, como propuso la precandidata Patricia Bullrich, para saber que los dólares que hay en las arcas del ente monetario no alcanzan más que para cubrir algunos días de importaciones. La brutalidad con la cual el equipo económico intenta ocultar la escasez de reservas lo dice todo: ya en los bancos están empezando a habituarse a que el sistema de la AFIP para validar las ventas de dólares (la Cuenta Corriente Única de Comercio Exterior, CCUCE, en la jerga) apenas funciona dos horas diarias, de 10 a 12 del mediodía; muchos permisos de importación SIRA salen directamente sin plazo de pago, “con rayita” en el lugar donde se fijaba la fecha, que hasta hace semanas era de por lo menos 180 días, mientras que las SIRA que debían pagarse en estos días se están reperfilando, y muchas empresas no pueden si quiera iniciar un trámite de compra de divisas porque la consulta a la AFIP les arroja que no cumplen con la Capacidad Económica Financiera (CEF).
Con poco margen para endurecer aun más el cepo, directamente Economía está optando por bajarle la palanca al mercado. Funcionarios al tanto, apenas se sonrojan cuando se les consulta al respecto. Todo vale con tal de llegar al domingo 13 de agosto.
En un informe, la consultora 1816 da cuenta de que, en su planilla mensual de reservas, el BCRA reveló que debió realizar un “repo” –préstamo contra bonos del Tesoro de los Estados Unidos que tenía en cartera– para hacerse de US$1089 millones la última semana de junio. Y en julio habría usado parte del oro. “El Central –dice un reporte de 1816 publicado ayer– achicó en un 11% su posición de oro en la última semana de julio (…) Es de suponer que el BCRA usó oro para abastecerse de liquidez por algunos días”. El stock de oro bajó de US$3895 millones el 23 de julio a US$3469 millones, el último día del mes pasado. La creatividad para hacerse de dólares es infinita.
“Por supuesto que en la práctica el límite de uso de dólares del Central lo ponen los depositantes en dólares, pero lo cierto es que el stock de depósitos privados está sin cambios hace meses”, aclara 1816, ante el fantasma creciente de que el BCRA podría estar echando mano a los dólares del sector privado. Los bancos, por las dudas, están aumentando la porción de dólares en efectivo que tienen en sus sucursales. Ninguno quiere problemas con sus clientes.
Pero el impacto de las medidas de las últimas semanas en el nivel de actividad y en los precios será inevitable. Si hasta las PASO Massa no pudo mostrar más logros que el haberse hecho cargo de “un barco que se hundía”, después de las primarias los resultados económicos lo ayudarán todavía menos.
No falta mucho para que, después de la leve desaceleración que marcó el dato de inflación de junio, el problema de los precios vuelva a la agenda oficial con fuerza. Más allá del resultado de las PASO, el camino hacia octubre no será fácil para el ministro-candidato. La semana después de las elecciones primarias vence gran parte de los acuerdos de precios con las empresas privadas. Por ahora, sólo hubo contactos con algunas compañías de alimentos sobre las canastas de Precios Justos, pero nada se especificó sobre los aumentos. Un Massa fortalecido en las urnas podría no tener problemas en renovar los acuerdos, pero no parece tan evidente que ese vaya a ser el caso. Y menos aun si el tipo de cambio se mueve con fuerza. La escalada del dólar blue hasta los $577 no es más que un indicador de que se avecinan días turbulentos.
Nadie cree en el Gobierno, sin embargo, que Massa pueda abandonar ahora el barco de la gestión. No importa cuál sea su performance en las urnas el domingo 13. El cargo que le dio a Massa la posibilidad de catapultarse como candidato más firme del oficialismo ahora lo tiene acorralado. El Gobierno no cuenta con reemplazantes que puedan al menos garantizarle una mínima estabilidad para llegar hasta el final del mandato, pero además entre quienes conocen al ministro aseveran que no suele darse por vencido fácilmente. Al menos, en lo que hace al FMI, no parece tener muchas chances esta vez de salir airoso.
Fuente: La Nación