La región de Misiones sufre bajo el peso del fenómeno El Niño, con una agricultura local severamente afectada por variaciones climáticas extremas. Las pérdidas en cultivos vitales y la dificultad en las labores agrícolas marcan una temporada de desafíos y preocupaciones para los productores.
La temporada de El Niño impacta con dureza a los productores misioneros, con pérdidas significativas en cultivos esenciales debido a tormentas, granizo y calor extremo.
La región misionera enfrenta las consecuencias severas del fenómeno de El Niño, marcado por una meteorología implacable que incluye tormentas, granizos y un calor agobiante. Estas condiciones extremas han causado estragos en la agricultura local, una de las actividades económicas fundamentales de la región.
Los colonos, intentando anticiparse a estos eventos, encuentran dificultades para proteger sus cultivos debido a la impredecibilidad y severidad del clima. La humedad excesiva está causando la pudrición de raíces en cultivos como la mandioca, afectando considerablemente la producción. Ángel Olinuck, agrometeorólogo del INTA, señala que aunque las temperaturas actuales son inferiores a las de años anteriores, la alta humedad hace que el calor se sienta más intensamente.
Los registros de precipitaciones superan los promedios históricos, complicando aún más la situación. Las pasturas sufren, los suelos anegadizos destruyen plantaciones enteras de mamón, mandioca y maíz, y las tormentas no solo dañan los cultivos al aire libre sino también las estructuras como los invernaderos.
La yerba mate y el té, aunque perennes, no son inmunes a los embates del clima. Ambos presentan buenas brotaciones, pero también enfrentan desafíos para el cultivo y la cosecha debido a las condiciones meteorológicas. Los productores luchan no solo con las lluvias intensas sino también con el calor extremo que dificulta las labores agrícolas.
Olinuck destaca la importancia de mantener los suelos protegidos para mitigar los efectos adversos del clima. Suelos desprotegidos pueden alcanzar temperaturas de hasta 70 grados centígrados, matando microorganismos vitales y aumentando el riesgo de erosión.