3 de abril de 2024, 00:01 – La reducción del aparato estatal, emprendida por el gobierno de Javier Milei, representa un desafío considerable, no solo en términos políticos y sociales sino también en cuanto al modelo de desarrollo económico que se pretende seguir. La iniciativa de «aserrar» el Estado y potenciar las dinámicas del mercado libre resuena con la promesa de un futuro próspero, sin embargo, plantea interrogantes sobre la viabilidad y consecuencias de tal enfoque.
Historicamente, la participación estatal ha sido crucial en el despegue económico de numerosas naciones. Desde Alemania hasta los tigres asiáticos, el desarrollo se ha apoyado en políticas de industrialización, innovación y una gestión estatal que facilitó el crecimiento económico sin caer en la trampa del proteccionismo o la corrupción. Estos casos contrastan con la propuesta de Milei, donde se visualiza al Estado más como un obstáculo que como un facilitador del bienestar social y económico.
El gobierno actual apuesta a una significativa reducción del personal estatal y a la eliminación de regulaciones que considera asfixiantes para la actividad económica. Sin embargo, más allá de los despidos anunciados y la reorganización de ministerios y agencias, la estrategia incluye un recorte en las transferencias a provincias, buscando extender el ajuste a lo largo de todo el territorio argentino. Este enfoque podría replicar experiencias pasadas, como el menemismo, que si bien lograron una contracción del Estado, terminaron precipitando crisis profundas.
El análisis de este proceso no puede ignorar que el tamaño del Estado no se limita al gasto en personal, sino que abarca subsidios, transferencias y el servicio de la deuda, entre otros. Así, la simplificación del aparato estatal mediante la «licuadora» y la «motosierra» de Milei podría no ser suficiente para asegurar un desarrollo económico sostenible y equitativo.
Finalmente, la visión de un mercado totalmente libre como solución a todos los males económicos desatiende las lecciones de la historia reciente y del capitalismo contemporáneo. No hay ejemplos de países que hayan alcanzado el desarrollo pleno sin una intervención estatal inteligente y estratégica. Por lo tanto, el desafío para Argentina no radica únicamente en reducir el tamaño del Estado, sino en rediseñarlo para que actúe como un catalizador del desarrollo, fomentando la innovación, la productividad y la equidad social.