La capital argentina vivió una jornada de intensa movilización donde el esperado protocolo antipiquetes no pudo hacer frente al masivo flujo de manifestantes que colmaron las calles en defensa de la universidad pública. La protesta, que contó con una participación diversa y multitudinaria, desbordó cualquier previsión con un ambiente que se mantuvo pacífico y ordenado.
Desde temprano, estudiantes, docentes, y diversos grupos sociales comenzaron a reunirse, desafiando las expectativas de un posible enfrentamiento con las fuerzas de seguridad debido al mencionado protocolo, que en ocasiones anteriores había limitado significativamente movilizaciones similares. Sin embargo, la magnitud de la convocatoria pareció diluir la posibilidad de cualquier intervención rigurosa.
La movilización se caracterizó por un marcado rechazo al gobierno de Javier Milei, con consignas que también abarcaban reclamos por el presupuesto educativo y expresiones de apoyo a figuras políticas opositoras. La plaza y sus inmediaciones se convirtieron en un mar de pancartas y cánticos, donde la presencia policial fue notablemente discreta, limitándose a observar el desarrollo de los eventos sin intervenciones mayores.
Las autoridades de seguridad, previendo el tamaño de la protesta, optaron por un enfoque menos restrictivo, permitiendo que la manifestación transcurriera con normalidad y sin los cortes de tráfico habitualmente implementados en estos casos. Este enfoque más laxo permitió que la vida urbana continuara con relativa normalidad a pesar de la concentración masiva.
Extracto: «La masiva marcha en defensa de la universidad pública en Buenos Aires demostró que la convicción y el número pueden prevalecer sobre las restricciones. La manifestación se desarrolló en un ambiente mayoritariamente pacífico y organizado, destacando la capacidad de la sociedad civil para expresarse contundentemente pero de manera ordenada.»