París 2024 quedó formalmente inaugurado después de que un globo aerostático levantara vuelo, simbolizando el pebetero; las delegaciones surcaron el Sena en barcos
PARÍS (de un enviado especial).– “Incroyable!”, bramaban los franceses, sin poder creer lo que veían. Su país le regaló al mundo un fascinante carrusel de emociones simultáneas. Inolvidable, única, la apertura de París 2024 fue la fiesta más original y dinámica que se haya organizado para unos Juegos Olímpicos, históricamente encajonadas en el hormigón de un estadio. Una celebración hipnótica donde sucedía de todo al mismo tiempo: para llenarse los ojos con los barcos de las delegaciones surcando el Sena, seis kilómetros de este a oeste, desde el Puente de Austerlitz hasta el Trocadero. También, con los shows musicales –Lady Gaga y Celine Dion fueron las grandes estrellas–, con la consagración de la moda y los increíbles fuegos artificiales al anochecer. Ni siquiera la lluvia empañó la distinción artística en cada una de las presentaciones, bajo la presencia omnipresente de una Torre Eiffel iluminada y sus anillos olímpicos incrustados.
Brillo, glamour, excentricidad y un abanico de miles de colores y aromas, en medio de la agitación de 320.000 personas que presenciaron el increíble circo itinerante desde las orillas del río más famoso del país. Vaya si valió la pena la arriesgada apuesta del presidente francés Emmanuel Macron, que por la mañana del viernes había mantenido una reunión bilateral con Javier Milei, y de Thomas Bach, el presidente del Comité Olímpico Internacional. Ambos políticos, sentados en el palco de honor del Trocadero, pueden sentirse orgullosos de una apertura ideada desde noviembre de 2022 hasta abril de 2023 y ensayada durante 200 días entre enero pasado y el 26 de julio, el Día “D” para poner a prueba un gigantesco operativo de seguridad antiterrorista. La jornada había comenzado mal, con un masivo ataque al sistema de trenes de alta de velocidad. Pero el viernes concluyó con la adrenalina de un espectáculo de carácter universal.
En cada uno de esos 85 botes -6800 atletas de 205 naciones en total- pervivió una esperanza por superar marcas, por romper récords, por subirse a un podio. Sueños dorados en las competencias que se desarrollarán hasta el domingo 11 de agosto. Pero también, más de una embarcación trajo un mensaje poderoso, como la de Argelia: sus atletas sorprendieron al arrojar flores en el Sena en homenaje a los argelinos ahogados en la masacre de 1961, después de una noche parisina de brutalidad y represión policial. En Nigeria hubo desencanto y amargura; nada para celebrar: un dirigente del comité de ese país impidió que las chicas del básquetbol se subieran a un bote por un supuesto exceso de personas a bordo.
Lógicamente, allí estuvo también la ruidosa Argentina, que surgió duodécima en el total de la flota y se agitó eufórica con uniformes de tonalidades azules y blancas. La Leona Rocío Sánchez Moccia y el voleibolista Luciano De Cecco hicieron flamear los colores nacionales en su condición de abanderados, durante esa feliz incursión acuática que ya se había empezado a palpitar en la privacidad de la Villa Olímpica. La última embarcación en aparecer fue la más esperada por el público: Francia, que atravesó el río Sena ante el delirio de los locales. ¡Qué noche!
Pero hubo mucho más: la entonación de la Marsellesa, un tributo al cine francés en el Musée d’Orsay, el reconocimiento a los diseñadores de la moda locales en el puente Pasarela Debilly, una apertura hacia la diversidad, con la DJ Barbara Butch -ícono LGBT– y, en varios momentos, un misterioso relevista enmascarado con su antorcha que cruzaba puentes y pasarelas haciendo piruetas, bajo la incertidumbre de su identidad, seguramente inspirado en el Fantasma de la Ópera. Un despliegue gigantesco con 170 cámaras, 71 pantallas gigantes y coreografías aquí y allá, animadas por 2000 artistas, con espectáculos realizados en una superficie de 3000 metros cuadrados.
Otra impactante performance fue la de la banda Gojira, que mezcló elementos de ópera y rock pesado. Antecedidos por una recreación de la decapitación de María Antonieta, los miembros de la banda salieron colgados literalmente de un edificio para homenajear a la Revolución Francesa y Los Miserables. Hubo de todo, como la escultural Aya Nakamura, la artista francesa más escuchada en el mundo, que cantó su éxito “Djadja” junto a la orquesta de la Guardia Republicana de Francia. La intérprete que nació en Malí emergió tras un despliegue de pirotecnia y luciendo un atuendo dorado.
De Luis XIV a los Minions, de Los Miserables a Lupin, el festejo estuvo inmerso en múltiples referencias a la cultura y pintó un cuadro de una Francia orgullosa de su carácter cosmopolita y rico en historia. Con un toque de humor, las disciplinas urbanas y los deportes modernos como BMX, break-dance o el básquetbol 3X3 fueron utilizadas para recordar a grandes dirigentes de Francia a lo largo de los siglos. La figura de Luis XIV, monarca absoluto que tuvo el reinado más largo que ningún otro rey de Francia (1643-1715), compartió cartel sobre una bicicleta junto a Napoleón y al General Charles de Gaulle, figura emblemática de la Resistencia francesa durante la Segunda Guerra Mundial y, después, presidente entre 1958 y 1969. Todo estuvo permitido en la gran película gala, el pasado y el presente, en un guion pergeñado por el prestigioso Thomas Jolly, director de la ceremonia, que duró cuatro horas.
Cuando la noche ya estaba cerrada en París, en un pasaje simbólico de la “oscuridad” a la “libertad”, se escuchó un himno musical que trasciende fronteras e invita a la paz: “Imagine”. El tema de John Lennon, interpretado en una balsa en llamas sobre el Sena, dio luego espacio a una amazona en un caballo mecánico “galopando” sobre las aguas, con imágenes en blanco y negro que recordaron los primeros Juegos Olímpicos. Estaba envuelta en una capa adornada con los cinco anillos, una forma de extender el espíritu olímpico de la amistad y solidaridad a su alrededor, invitando a todo el planeta a sumarse.
“En un mundo revuelto por conflictos es por esta solidaridad que podemos estar esta noche reunidos. Invito a todos a soñar con nosotros. Celebremos este espíritu olímpico solo como la humanidad unida puede lograr. Invito a todo el mundo a celebrar la alegría del deporte. ¡Vivan los Juegos Olímpicos!, ¡viva Francia!”, arengó Thomas Bach, que le dio pie a Macron para que inaugurara formalmente los Juegos. Pero enseguida se dio lugar a otro momento impresionante, en el relevo de antorchas: Zinédine Zidane, que había encarnado el personaje principal del primer video de la fiesta, le entregó el testimonio al español Rafael Nadal. ¡Tremendo homenaje para el 14 veces campeón de Roland Garros! Fue una forma honorable de rendirse ante el histórico dominio del mallorquín en el segundo torneo de Grand Slam de tenis del año.
Siempre bajo la lluvia, sorprendieron los rayos lumínicos que se disparaban desde la Torre Eiffel trazando geometrías en el cielo. Y siempre en continuado, a un ritmo trepidante, el recorrido de una lancha iluminada con Rafa, pero ahora acompañado por otros tres monstruos del deporte: la tenista Serena Williams, la exgimnasta rumana Nadia Comaneci, con un gorro blanco, y el exvelocista norteamericano Carl Lewis. La gloria misma del deporte abriéndose paso a toda velocidad y levantando oleaje. Después de ese cuarteto increíble, tomó la antorcha la extenista francesa Amelie Mauresco y enseguida uno de los grandes laderos de Manu Ginóbili en los San Antonio Spurs: Tony Parker.
Finalmente, siete atletas –entre ellos, Charles Coste, de 100 años y medallista de oro en ciclismo de pista en Londres 1948– trasladaron la antorcha hasta el pebetero, ni más ni menos que un gigantesco globo aerostático que esperó la llama en el Jardín de las Tullerías. Una genial idea. El pico máximo de emoción llegó cuando el globo levantó vuelo con el fuego encendido por la ex atleta francesa Marie-José Perec, especialista en 200 y 400 metros y ganadora de tres medallas de oro olímpicas, y el judoca Teddy Riner, un verdadero coloso sobre el tatami. Gracias al ritual que ellos consumaron, el espíritu de los Juegos ya quedó flotando en el aire, frente a los aplausos y los gritos del público y la fascinación de millones de televidentes en los cinco continentes. Momento propicio, entonces, para que la cantante Celine Dion emocionara con sus canciones debajo del imbatible símbolo francés: la Torre Eiffel, nuevamente potenciada con fulgores y sonidos. la canadiense interpretó el Himno al Amor, de Edith Piaf. El bohemio y emotivo cierre para inaugurar majestuosamente París 2024. Ahora…, ¡a competir!